Se levanta esa mañana preocupada y dando vueltas a la casa sin parar un segundo de darle vueltas a una idea que le perturba desde hace 2 días; “¿Por qué no ha llamado?, ¿le habrá pasado algo?,¿debo llamarlo yo?”. Su hijo hace una semana que se encuentra estudiando en otro país, gracias a una beca que le han concedido, de la cual toda la familia se siente muy orgullosa. Lo más lejos que había tenido Lucía a su hijo fue un viaje a la capital hace 3 años pero tan solo había estado fuera un fin de semana.
Lucía confiaba plenamente en su hijo Alejandro pues siempre había sido un niño responsable que avisaba si surgía algún imprevisto que le impidiese llegar a la hora esperada. Desde que llegó a su destino Alejandro había informado “religiosamente” a su madre de su situación y parecía que ahora se le había “tragado la tierra”.
Todos en la familia de Lucía le habían intentado tranquilizar argumentando que era normal, que era joven, que estaría ocupado, que le dejara su espacio, etc, Lucía sabia que tenían razón pero no podía evitar sentir esa desazón que le aprisionaba el pecho y que le dificultaba la respiración, pensaba en todo tipo de catástrofes que le podían haber sucedido a su hijo. De alguna manera creía que si se preocupaba lo suficiente por él evitaría que esto que tanto temía se hiciera realidad.
Lo que le ocurre a Lucía es algo que en Psicología se conoce como “Pensamiento Mágico” es una forma de interpretar la relación causa – efecto de manera errónea. La psicóloga Marjaana Lindeman de la Universidad de Helsinki define de manera sencilla el proceso del pensamiento mágico “es como si todo el mundo pensara que tiene propiedades mentales, y que sus pensamientos se pudieran transmutar al mundo físico”.
Todos hemos funcionado en alguna ocasión con este error atribucional, por ejemplo, el hecho de creer que llevar una determinada prenda de vestir nos va a dar suerte en una entrevista de trabajo, o que haciendo determinada acción todo nos va a salir bien.
Las personas solemos relacionar los hechos, las experiencias con la situación en la que se da, podemos asociar el hecho de haber tenido éxito con algo que en principio nada tiene que ver con que se produjera (la ropa que llevaba en ese momento, un amuleto, una oración, etc.).
Es importante tener en cuenta que este tipo de pensamiento irracional puede darse y conviene controlarlo porque produce cierto alejamiento de la realidad y en casos extremos puede derivar en un trastorno psiquiátrico conocido como Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) en el que la persona se ve condicionada cada vez más por sus temores mágicos a que algo terrible le suceda si no realiza su “ritual”.
Si uno se descubre teniendo este tipo de pensamiento hay que tener en cuenta que para combatirlo se debe acostumbrar a someter a experimentos de realidad dichos pensamientos, ¿esto qué quiere decir?, se trata pues de comprobar si eso que uno teme se hace realidad. Si no damos crédito a esas ideas irracionales y dejamos de reaccionar con estos rituales romperemos estas asociaciones y seremos un poquito más racionales y más libres de condicionamientos autoimpuestos.