REDES SOCIALES Y LOS TCA

Es innegable el hecho de que actualmente las redes sociales conforman la mayor parte de nuestro día, teniendo una gran influencia en nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, pudiendo sesgarla debido a la gran cantidad de estímulos que recibimos de ellas, los cuales muchas veces pueden estar muy alejados de la realidad. 

Las diferentes plataformas sociales que conocemos suponen un portal al mundo exterior, a la vida de los demás y a aquello que está de moda en ese momento, lo que nos puede hacer pensar que vemos la realidad de los demás y que conocemos su vida al completo por la cantidad de cosas que muestran. Dado que de normal la gente no suele compartir las cosas negativas (llorar porque tienes un mal día, ropa que te has comprado pero no te sienta bien o no te gusta, las inseguridades que puedes tener por algo,etc.) se puede caer en el error de pensar que en la vida del resto solo ocurren cosas buenas, tendiendo a compararlo con nuestra propia vida e incluso llegar a sentirnos infelices. 

Por otro lado, cabe destacar que el inicio del uso de las redes sociales cada vez es más prematuro, lo que supone un riesgo ya que, aunque son una fuente de información muy útil en ciertas ocasiones, también pueden suponer un foco importante de comparaciones constantes sobre el físico. 

Tanto la sociedad actual como las redes sociales han establecido unos estándares de belleza y unos ideales estéticos que se basan en una perfección irreal e inalcanzable. Esto tiene un impacto directo en la autoestima y en la imagen corporal, lo que puede resultar un precipitante (e incluso mantenedor) de problemas relacionados con la alimentación, es decir, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA en adelante). 

Como ya se ha mencionado anteriormente, cada vez son más jóvenes los que utilizan las redes sociales cada día, personas que son más vulnerables que los adultos, que se están desarrollando y que sus cuerpos van cambiando debido a la edad (es una época de muchos cambios tanto físicos como hormonales). Aquello que observen en las redes sociales o que vean en el día a día (comentarios de la televisión, de familiares, amigos, etc) supondrá el discurso que interioricen y que tomen por referencia, es decir, se convertirá en el espejo con el que compararse. 

Algo que nos define como seres humanos es la necesidad de vivir en comunidad, es decir, de sentirnos acompañados y vivir rodeados de más personas y para ello queremos sentir que formamos parte de algo, que encajamos con el resto. Con las redes sociales ocurre lo mismo ya que por norma general solemos tener en ellas a gente que conocemos, a personas que tienen gustos y aficiones parecidas a las nuestras o gente que tomamos como referentes y modelos (los influencers, por ejemplo). Si cada vez que nos metemos en una plataforma recibimos información sobre cremas para no tener nada de arrugas y que parezcamos más jóvenes de lo que somos, ciertos productos que nos ayudan a mantenernos siempre en forma, lo importante que es no saltarse ni un día el gimnasio y la necesidad imperante de mantenerse delgadas, es imposible que todo eso no cale en nosotros y que no se instale un discurso casi autodestructivo. 

Se puede caer en la obsesión de querer alcanzar un cuerpo que vemos en una foto de Instagram sin ser plenamente conscientes de que esa foto ha sido retocada con filtros y photoshop y que apenas se acerca a lo que es en realidad, aunque siga siendo un cuerpo totalmente válido. Esa obsesión crea malestar, influye directamente en la imagen corporal, en la autoestima y en el autoconcepto, pudiendo llegar a desarrollar en muchas ocasiones un TCA. 

Además, hay un mensaje implícito en nuestra sociedad que nos hace pensar que estar delgada nos hace ser más válidas y que tener un cuerpo conocido como “cuerpo normativo” es más válido y mejor que el resto, por lo que en ocasiones debido a esa obsesión se pretende conseguir ese cuerpo a costa de la propia salud, tanto física como mental. 

Es por ello por lo que, a pesar de que las RRSS resultan muy útiles y nos mantienen conectados con el resto de personas que igual tenemos lejos y no podemos ver tan a menudo como nos gustaría, es de vital importancia ser conscientes del daño que pueden hacernos (sobre todo a los más vulnerables) y elegir bien a quién seguimos y qué tipo de contenido vemos cada día ya que eso puede suponer una diferencia de vital importancia. 

Además, teniendo en cuenta que la mayor responsabilidad debería recaer en aquellas personas o plataformas que fomentan este tipo de contenido, es necesario que se creen o refuercen unas medidas de protección para este tipo de información y contenido, es decir, que no esté permitido el contenido que fomente ciertas conductas de intentar alcanzar un cuerpo totalmente irreal. 

Paula Martínez

Psicóloga General Sanitaria


¿QUÉ ES EL ALIMENTACIÓN EMOCIONAL?

Cuando comemos emocionalmente, buscamos aliviar y calmar sentimientos negativos, lo que lleva a un ciclo de alimentación excesiva y problemas como el aumento de peso. La alimentación emocional implica buscar consuelo en la comida. 

Esto de por sí no es un trastorno alimenticio, pero implica consecuencias negativas a corto y largo plazo, por lo que es necesario corregir y evitar esta práctica antes de que derive en otros problemas.  

Para empezar y entender el problema, es necesario hacer una distinción entre comer  porque nuestro cuerpo necesita nutrientes para seguir funcionando y comer para aliviar sensaciones y emociones negativas. Una de las principales características de la alimentación emocional, es que cuando buscamos alivio en la comida  solemos tomar alimentos como dulces, papas y comida rápida (con alto contenido en grasa y/o glucosa. Estos alimentos proporcionan una sensación de placer inmediata, pero no es la alimentación óptima para nuestro organismo.




Existen diferentes variables (situacionales, ambientales, psicológicas, etc.) que podrían explicar dicho comportamiento, Cualquiera de estos ejemplos pueden ser la raíz de esa ansiedad y/o conducta. 

Comemos para sentirnos mejor y llenar ese vacío que sentimos, pero a la larga esto no soluciona ninguno de nuestros problemas, por lo que aunque en un principio sentimos alivio (lo que refuerza la conducta), más tarde nos sentimos peor, ya que no hemos arreglado ninguno de los problemas y porque hemos comido algo que no era necesario. Al final, es un ciclo continuo que se refuerza. 

Algunas de las características para diferenciar un tipo de alimentación y otro son:

  • El hambre o las ganas de comer vienen de repente, mientras que cuando tenemos hambre física se produce de manera gradual. 
  • En el caso de la alimentación emocional, sentimos el deseo de consumir  comida rápida e industrial, algo fácil de comer. 
  • Alimentarse emocionalmente a menudo conduce a comer rápido. Antes de que te des cuenta, te has comido una bolsa entera de papas fritas sin prestar atención y sin disfrutarlo por completo. Cuando comes por necesidad o por hambre física, normalmente eres más consciente de lo que estás haciendo.
  • El hambre relacionada con la alimentación emocional parece no satisfacerse nunca, incluso cuando estás lleno. 
  • La alimentación emocional te hace sentir culpable, cosa que no ocurre cuando comes por necesidad.

¿Qué se puede hacer? 

  • Encontrar otras formas de canalizar el estrés: el estrés es uno de los factores más comunes, por lo que es necesario aliviar el estrés haciendo cosas que te agraden. 
  • Iniciar un diario de alimentos.
  • Consumir y llevar una dieta saludable.
  • Sacar de la despensa los snacks y las cosas de picar. Es más fácil si no se tiene acceso fácil a ellos. 
  • Prestar atención a la comida que se ingiere. De ésta manera podrás llevar mayor control sobre lo que comes y la disfrutarás más. 
  • Trabajar en la forma en la que hablamos de nosotros mismos. Es importante ser consciente de nuestros pensamientos, para poder detectarlos y analizarlos. De esta manera, podemos aliviar la ansiedad y darnos cuenta de que no necesitamos comer.
  • Moverse y estar activos.
  • Buscar ayuda profesional.


Artículo escrito por: Ricardo Muñoz Puelles CV14314

Mirando de reojo al espejo

 

Hace tiempo que quería escribir sobre este tema tan mediatizado de un tiempo a esta parte, como son los trastornos alimentarios en general y la imagen corporal en particular.

En prácticamente la totalidad de los trastornos alimentarios aparece una imagen corporal distorsionada de uno mismo. Se magnifican detalles “inapropiados” para la persona (piernas, cartucheras, barriga, etc.), que generan numerosos pensamientos negativos que hacen referencia a tales “imperfecciones” y que unidos a una crítica y culpa excesiva por la imposibilidad de cambiar esto, van minando poco a poco la autoimagen de la persona generando sentimientos de angustia, frustración y de depreciación de su imagen y valía.

Cuando un profesional se plantea la intervención en un caso de este tipo debe atender a la conducta disrruptiva sean purgativas, restricción alimentaria o episodios de atracones incontrolados, sin dejar de lado el papel cognitivo detrás de estas conductas, en este caso la pobre imagen corporal, bajo nivel de aceptación, ideación irracional, etc. De lo contrario corremos el riesgo de quedarnos únicamente en la superficie del problema y naufragar contra la base no descubierta de nuestro iceberg cognitivo.

derrotadayespejo

 

En nuestro trabajo diariamente aprendemos de las experiencias de nuestros pacientes, este es el caso de una joven a la que llamaremos Mía y que escribió esta preciosa carta a resultas de un ejercicio que le mandamos en consulta, paso a transcribirla palabra por palabra, a sabiendas que en más ocasiones de las que nuestro ego profesional quiere reconocer,  ni ellos (como pacientes y sobretodo personas) saben tan poco, ni nosotros (como profesionales) sabemos tanto.

“Cuándo te miras a un espejo, el problema con el que te enfrentas no es la realidad de lo que aparece ante ti, sino la interpretación que tú haces de esa realidad. Da igual que seas fea o guapa, lo importante es como te veas a ti misma y cómo interpretes aquello que ves y si quieres que la interpretación sea positiva, debes trabajar tu autoestima. Si te quieres a ti misma, te gustará la imagen que ves reflejada en el espejo, pero si te sientes triste, deprimida y aborreces tu vida, no te gustará lo que aparece reflejado, aunque tu rostro sea el más bonito del mundo.

Lo mismo sucede en la vida de cada persona. Existe una realidad y la interpretación que hacemos de ella. Lo ideal sería que nos limitásemos a ver la realidad tal y como es, como aparece en el espejo, pero eso sólo sería posible si no tuviéramos pensamiento propio. Por eso, no hay que dejarse engañar por lo que vemos reflejado en el espejo pensando que hay una realidad única e inamovible que es tal y como aparece ante ti, porque hay otra realidad invisible paralela creada por tu propio pensamiento que hace posible que puedas modificar la imagen real del espejo, dando como resultado la “proyección” de todo aquello que deseemos.

No hay que olvidar trabajar el mundo de lo invisible, porque ahí será dónde encontraremos las respuestas que necesitemos y debo recordar que mi felicidad depende de mi. He pensado que cada vez que me mire en el espejo y éste no me devuelva la imagen que espero, habrá llegado el momento de mirar dentro de mi misma y determinar aquello aquello que no funciona bien y necesito arreglar para recomponer todas las piezas que conforman mi persona.

Porque el pegamento más efectivo para volver a encajar las piezas es quererse y aceptarse a uno mismo, porque….. he llegado a la conclusión de que si miro dentro de mi misma, siempre voy a encontrar las respuestas que necesite”

No caben más palabras…..GRACIAS MÍA