¿AMOR ROMÁNTICO?

Desde la infancia somos bombardeados con una gran cantidad de creencias y mitos de los más diversos temas que vamos incorporando y aprendiendo y que van influyendo en cómo entendemos el mundo; siendo uno ellos el que coloquialmente se conoce como “amor romántico”.

Pero entonces la pregunta sería ¿a qué nos referimos con este tipo de amor?

A pesar de que se suelen obtener respuestas a esta pregunta del tipo “es un amor que lo puede todo” o “esa clase de amor que solo se encuentra una vez en la vida”; la realidad, es que se trata de una construcción social que afianza en la sociedad un “ideal romántico” y que favorece la continuidad de ciertos roles asociados a ambos géneros.

La base de esta construcción está recogida en una serie de pilares que se conocen por mitos del amor romántico. Estos mitos hacen referencia a una serie de creencias e ideas socialmente compartidas, las cuales establecen lo que “es realmente enamorarse” y los comportamientos que son “aceptables” o no en este tipo de relaciones. Pero de hecho estos son engañosos, irracionales y problemáticos.

Y es que el problema radica en la peligrosidad de aceptar y normalizar todas esas ideas, creencias y pensamientos, puesto que crean unas altas expectativas respecto a las relaciones de pareja, a cómo deben ser estas y a la posible necesidad que crece en la persona de alcanzar esos ideales; pudiendo derivar en sentimientos de insatisfacción, frustración y sobre todo de mucho sufrimiento con uno mismo. Además, pueden llevar a sentimientos de exclusión por no conseguirlo.

Asimismo, todas esas creencias fomentan, por un lado, una serie de conductas para tratar de alcanzar ese tipo de amor por ejemplo tratando de encajar físicamente, etc. Y, por otro lado, la aceptación de algunas conductas que validan cómo en el caso de las que pueden aparecen por la creencia del mito de los celos como un signo de amor.

Y es que, a pesar de que según algunos estudios hay un total de 19 mitos en torno al amor romántico divididos en cuatro grupos, hay algunos más extendidos en la sociedad como son el mito de la “media naranja”, el de los celos, el de que el amor todo lo puede o que los polos opuestos de atraen.

A todo esto, debe sumarse la comercialización que se lleva a cabo a través de los medios de comunicación y las redes sociales, que bombardean con “tips” para ligar, para saber si le gustas, para saber si has encontrado a tu media naranja entre otros tantos, que siguen fomentando estas creencias y perjudicando la eliminación de estas a favor de relaciones más sanas y donde no se generen tanta carga de emociones negativas.
Psicóloga Sanitaria –  Irene Calvo Pérez 

REDES SOCIALES Y LOS TCA

Es innegable el hecho de que actualmente las redes sociales conforman la mayor parte de nuestro día, teniendo una gran influencia en nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, pudiendo sesgarla debido a la gran cantidad de estímulos que recibimos de ellas, los cuales muchas veces pueden estar muy alejados de la realidad. 

Las diferentes plataformas sociales que conocemos suponen un portal al mundo exterior, a la vida de los demás y a aquello que está de moda en ese momento, lo que nos puede hacer pensar que vemos la realidad de los demás y que conocemos su vida al completo por la cantidad de cosas que muestran. Dado que de normal la gente no suele compartir las cosas negativas (llorar porque tienes un mal día, ropa que te has comprado pero no te sienta bien o no te gusta, las inseguridades que puedes tener por algo,etc.) se puede caer en el error de pensar que en la vida del resto solo ocurren cosas buenas, tendiendo a compararlo con nuestra propia vida e incluso llegar a sentirnos infelices. 

Por otro lado, cabe destacar que el inicio del uso de las redes sociales cada vez es más prematuro, lo que supone un riesgo ya que, aunque son una fuente de información muy útil en ciertas ocasiones, también pueden suponer un foco importante de comparaciones constantes sobre el físico. 

Tanto la sociedad actual como las redes sociales han establecido unos estándares de belleza y unos ideales estéticos que se basan en una perfección irreal e inalcanzable. Esto tiene un impacto directo en la autoestima y en la imagen corporal, lo que puede resultar un precipitante (e incluso mantenedor) de problemas relacionados con la alimentación, es decir, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA en adelante). 

Como ya se ha mencionado anteriormente, cada vez son más jóvenes los que utilizan las redes sociales cada día, personas que son más vulnerables que los adultos, que se están desarrollando y que sus cuerpos van cambiando debido a la edad (es una época de muchos cambios tanto físicos como hormonales). Aquello que observen en las redes sociales o que vean en el día a día (comentarios de la televisión, de familiares, amigos, etc) supondrá el discurso que interioricen y que tomen por referencia, es decir, se convertirá en el espejo con el que compararse. 

Algo que nos define como seres humanos es la necesidad de vivir en comunidad, es decir, de sentirnos acompañados y vivir rodeados de más personas y para ello queremos sentir que formamos parte de algo, que encajamos con el resto. Con las redes sociales ocurre lo mismo ya que por norma general solemos tener en ellas a gente que conocemos, a personas que tienen gustos y aficiones parecidas a las nuestras o gente que tomamos como referentes y modelos (los influencers, por ejemplo). Si cada vez que nos metemos en una plataforma recibimos información sobre cremas para no tener nada de arrugas y que parezcamos más jóvenes de lo que somos, ciertos productos que nos ayudan a mantenernos siempre en forma, lo importante que es no saltarse ni un día el gimnasio y la necesidad imperante de mantenerse delgadas, es imposible que todo eso no cale en nosotros y que no se instale un discurso casi autodestructivo. 

Se puede caer en la obsesión de querer alcanzar un cuerpo que vemos en una foto de Instagram sin ser plenamente conscientes de que esa foto ha sido retocada con filtros y photoshop y que apenas se acerca a lo que es en realidad, aunque siga siendo un cuerpo totalmente válido. Esa obsesión crea malestar, influye directamente en la imagen corporal, en la autoestima y en el autoconcepto, pudiendo llegar a desarrollar en muchas ocasiones un TCA. 

Además, hay un mensaje implícito en nuestra sociedad que nos hace pensar que estar delgada nos hace ser más válidas y que tener un cuerpo conocido como “cuerpo normativo” es más válido y mejor que el resto, por lo que en ocasiones debido a esa obsesión se pretende conseguir ese cuerpo a costa de la propia salud, tanto física como mental. 

Es por ello por lo que, a pesar de que las RRSS resultan muy útiles y nos mantienen conectados con el resto de personas que igual tenemos lejos y no podemos ver tan a menudo como nos gustaría, es de vital importancia ser conscientes del daño que pueden hacernos (sobre todo a los más vulnerables) y elegir bien a quién seguimos y qué tipo de contenido vemos cada día ya que eso puede suponer una diferencia de vital importancia. 

Además, teniendo en cuenta que la mayor responsabilidad debería recaer en aquellas personas o plataformas que fomentan este tipo de contenido, es necesario que se creen o refuercen unas medidas de protección para este tipo de información y contenido, es decir, que no esté permitido el contenido que fomente ciertas conductas de intentar alcanzar un cuerpo totalmente irreal. 

Paula Martínez

Psicóloga General Sanitaria


La vergüenza y la ansiedad social

Experimentar vergüenza, si bien es desagradable, no es necesariamente negativo. Forma parte de nuestro repertorio emocional, y al igual que otras emociones, la vergüenza tiene una función.


¿Por qué sentimos vergüenza? Las personas somos seres sociales. Y por ello, dentro del abanico de emociones que podemos sentir, existen las emociones sociales, aquellas que se experimentan en la interacción con los demás. La vergüenza aparece para orientarnos en la socialización, para motivarnos a no tener comportamientos que puedan ser valorados negativamente por los demás, y así seguir siendo miembro de nuestro grupo de amigos, por ejemplo. Por tanto, es una emoción aprendida, aprendemos qué comportamientos son indeseables según nuestra cultura y nuestro entorno.

Si la última vez que acudiste a una reunión informal con tus compañeros de trabajo hiciste algo por lo que sentiste vergüenza, como un comentario inapropiado, la emoción podría servir para evitar que repitas esa conducta.

Cuando sentimos vergüenza, para colmo, se nota porque se nos enrojece la cara. También podemos tartamudear, temblar… Esto puede generarnos inseguridad, falta de confianza. Interfiere en nuestra forma de relacionarnos, porque obstaculiza el uso habitual de nuestras habilidades sociales. A esto lo llamamos timidez. Tal vez acudas a la próxima reunión, pero el sentimiento de vergüenza es tan abrumador que no puedes pensar en otra cosa, y te genera una inseguridad que te lleva a hablar menos, o en un tono más bajo.


La vergüenza está muy relacionada con el miedo, concretamente, el miedo al rechazo. En ocasiones, se puede llegar a generar una preocupación entorno a este miedo que nos limita en determinadas situaciones. Si antes de que ocurra la reunión estás anticipando la posibilidad de volver a meter la pata, la vergüenza que podrías sentir, las reacciones de los compañeros… a esto lo llamamos ansiedad social.
La ansiedad social puede llevarnos a huir de determinadas situaciones, o directamente a evitar enfrentarnos a ellas. No acudir a las reuniones con tus compañeros puede servir para que no repitas una conducta que te avergüenza, pero dejar de relacionarte con ellos es un precio muy alto a pagar. Es más, si esta tendencia se repite en otras áreas de nuestra vida y nos limita de una manera importante, podríamos llegar a hablar de un trastorno de ansiedad social.

Por lo tanto, es importante aprender a afrontar las situaciones que nos producen ansiedad social.
¿Cómo hacerlo?

  1. Exponerse cuesta, pero tiene su recompensa.
    En ocasiones, tendemos a magnificar las posibles consecuencias de nuestros actos. Podrías llegar a pensar que, si en la última reunión hiciste un comentario inapropiado, éstos van a pensar en ello constantemente, o van a hacer atribuciones negativas sobre ti (“torpe”, “ridículo”…). Esto puede hacer que exponerte a la próxima reunión te genere ansiedad, emociones intensas… Hasta que acudas y compruebes si los demás te tratan igual que siempre. Entonces, la sensación de malestar disminuirá. La ansiedad es desagradable, ¡Pero no durará para siempre!
    La mente puede llegar a ser traicionera, elaborando ideas y situaciones que no son realistas y que nos hacen mucho daño. Por eso merece la pena exponerse y comprobar qué ocurre en realidad. Por lo general, las personas no tienden a basar toda su opinión sobre otros en un solo comentario. Si realmente sí ocurre, tal vez es momento de plantearse si merece la pena relacionarse con esos compañeros.
  2. Ve más allá.
    Nuestra interpretación de las experiencias nos puede decir mucho sobre nosotros mismos. Si la situación no sólo te genera un momento de vergüenza momentáneo, sino que te lleva a utilizar internamente palabras como “torpe” o “ridículo”… Tal vez el comentario que has hecho no es lo que te genera emociones intensas y desagradables. Si te ocurre algo similar, es momento de trabajar sobre tu forma de interpretar las situaciones. Tal vez, también sobre la autoestima. Modificar un autoconcepto negativo generará emociones de menos intensidad y por tanto más llevaderas.
  3. Exprésate, comparte tu emoción
    Compartir la experiencia puede ayudar a que el malestar que generan algunas emociones se reduzca. Especialmente, si se trata de una emoción social, como es la vergüenza. Puedes hacerlo con una persona de confianza. Comprobarás que, normalmente, las otras personas no perciben nuestro comportamiento vergonzante de la misma manera que nosotros mismos. Incluso a veces recibirás mensajes del tipo “a mí también me ha pasado algo parecido”. ¿Quién no hecho alguna vez un comentario desafortunado? Como la vergüenza es una emoción social, percibir que la experiencia es común ayuda a rebajar el malestar.

Artículo escrito por Marta Belenchón

Psicóloga General Sanitaria

¿QUÉ ES EL ALIMENTACIÓN EMOCIONAL?

Cuando comemos emocionalmente, buscamos aliviar y calmar sentimientos negativos, lo que lleva a un ciclo de alimentación excesiva y problemas como el aumento de peso. La alimentación emocional implica buscar consuelo en la comida. 

Esto de por sí no es un trastorno alimenticio, pero implica consecuencias negativas a corto y largo plazo, por lo que es necesario corregir y evitar esta práctica antes de que derive en otros problemas.  

Para empezar y entender el problema, es necesario hacer una distinción entre comer  porque nuestro cuerpo necesita nutrientes para seguir funcionando y comer para aliviar sensaciones y emociones negativas. Una de las principales características de la alimentación emocional, es que cuando buscamos alivio en la comida  solemos tomar alimentos como dulces, papas y comida rápida (con alto contenido en grasa y/o glucosa. Estos alimentos proporcionan una sensación de placer inmediata, pero no es la alimentación óptima para nuestro organismo.




Existen diferentes variables (situacionales, ambientales, psicológicas, etc.) que podrían explicar dicho comportamiento, Cualquiera de estos ejemplos pueden ser la raíz de esa ansiedad y/o conducta. 

Comemos para sentirnos mejor y llenar ese vacío que sentimos, pero a la larga esto no soluciona ninguno de nuestros problemas, por lo que aunque en un principio sentimos alivio (lo que refuerza la conducta), más tarde nos sentimos peor, ya que no hemos arreglado ninguno de los problemas y porque hemos comido algo que no era necesario. Al final, es un ciclo continuo que se refuerza. 

Algunas de las características para diferenciar un tipo de alimentación y otro son:

  • El hambre o las ganas de comer vienen de repente, mientras que cuando tenemos hambre física se produce de manera gradual. 
  • En el caso de la alimentación emocional, sentimos el deseo de consumir  comida rápida e industrial, algo fácil de comer. 
  • Alimentarse emocionalmente a menudo conduce a comer rápido. Antes de que te des cuenta, te has comido una bolsa entera de papas fritas sin prestar atención y sin disfrutarlo por completo. Cuando comes por necesidad o por hambre física, normalmente eres más consciente de lo que estás haciendo.
  • El hambre relacionada con la alimentación emocional parece no satisfacerse nunca, incluso cuando estás lleno. 
  • La alimentación emocional te hace sentir culpable, cosa que no ocurre cuando comes por necesidad.

¿Qué se puede hacer? 

  • Encontrar otras formas de canalizar el estrés: el estrés es uno de los factores más comunes, por lo que es necesario aliviar el estrés haciendo cosas que te agraden. 
  • Iniciar un diario de alimentos.
  • Consumir y llevar una dieta saludable.
  • Sacar de la despensa los snacks y las cosas de picar. Es más fácil si no se tiene acceso fácil a ellos. 
  • Prestar atención a la comida que se ingiere. De ésta manera podrás llevar mayor control sobre lo que comes y la disfrutarás más. 
  • Trabajar en la forma en la que hablamos de nosotros mismos. Es importante ser consciente de nuestros pensamientos, para poder detectarlos y analizarlos. De esta manera, podemos aliviar la ansiedad y darnos cuenta de que no necesitamos comer.
  • Moverse y estar activos.
  • Buscar ayuda profesional.


Artículo escrito por: Ricardo Muñoz Puelles CV14314

Dependencia Emocional. ¿Cómo eliminarla?

Eliminar la dependencia emocional es posible, para ello es uno mismo el que debe tomar la decisión de cambiar para tener una mejor calidad de vida. Las personas que sufren de apego excesivo, no disfrutan de las relaciones, se enganchan en exceso y pierden su individualidad satisfactoria. Hay más porcentaje de mujeres con este problema, aunque también hay hombres que lo sufren exactamente igual que cualquier mujer, con la desventaja de que les suele dar más vergüenza acudir a una consulta psicológica. Sienten que su hombría está en duda, cuando en realidad nada de eso tiene que ver, una autoestima baja puede acarrear este problema, independientemente del sexo de la persona.

 

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MotivARTE

La palabra Motivación es resultado de la combinación de los vocablos latinos motus (traducido como “movido”) y motio (que significa “movimiento”). A juzgar por el sentido que se le atribuye al concepto desde el campo de la psicología y de la filosofía, una motivación se basa en aquellas cosas que impulsan a un individuo a llevar a cabo ciertas acciones y a mantener firme su conducta hasta lograr cumplir todos los objetivos planteados. La noción, además, está asociada a la voluntad y al interés.

En otras palabras, puede definirse a la motivación como la voluntad que estimula a hacer un esfuerzo con el propósito de alcanzar ciertas metas.

Parecerá, visto desde esta perspectiva, que lo único que debemos hacer para alcanzar nuestros objetivos sea proponernos esas metas y emplear el esfuerzo necesario para realizarlo. En algunos casos estos ingredientes son suficientes para cumplir el propósito, pero ¿qué ocurre en los casos en los que no lo es?.

Las explicaciones vienen de la mano de la definición anteriormente mencionada, en la que la persona busca el movimiento, la acción, el esfuerzo en definitiva para tratar de cumplir con sus ideales, puede tratarse de una inadecuada definición de éstos objetivos, quizá sean poco realistas, irrealizables tal vez, o bien requieren de mayores dosis de esfuerzo al que se viene empleando.

Generar esa energía motivacional de la nada, requiere un aprendizaje, un conocerse en el amplio espectro de la persona, sabiendo dónde van a estar nuestros picos de atención y de motivación, qué acciones requieren de mayores dosis de autorefuerzo para poder llevarlas a cabo.

Cabe resaltar que la motivación implica la existencia de alguna necesidad, ya sea absoluta, relativa, de placer o de lujo. Cuando alguien está motivado, considera que aquello que lo entusiasma es imprescindible o conveniente. Por lo tanto, la motivación es el lazo que hace posible una acción en pos de satisfacer una necesidad.

En relación precisamente a cómo la necesidad influye en la motivación es interesante recalcar que existe una teoría clásica, la de la jerarquía de necesidades de Maslow, que precisamente deja patente cómo existe una estructura piramidal de aquellas que son las que contribuyen de la mejor manera a motivar a una persona en cuestión.

Dentro de esas necesidades se encuentra la Necesidad de Autoestima, la salud de la misma se ve afectada por la imagen que tengamos de nuestro propio desempeño, y de la capacidad de generar los esfuerzos necesarios para alcanzar nuestros sueños.

Para crear en cada momento la energía motivacional suficiente es importante nuestro Diálogo Interno, los mensajes que nos decimos en todo momento sobre lo que hacemos y sobre lo que somos. Cambiar los “deberías” por los “me gustaría”, es una buena manera de empezar.

También es importante darse cuenta que muchas veces para que experimentemos esa motivación se debe empezar “haciendo”, porque en la mayoría de los casos sólo nos reforzará el esfuerzo realizado.

Ansiedad ¿buena o mala?

Cada vez se habla más de los problemas relacionados con el estrés y la Ansiedad, las nuevas exigencias y ritmos de la sociedad en la que vivimos nos empujan a nuevos desafíos y trastornos con los que antaño no contábamos.

No es raro en consulta ver como las personas llegan con “quejas” indeterminadas, dolores de cabeza que no se les van, malestar de estómago, problemas de espalda, etc, habiendo visitado a especialistas diferentes (neurólogos, digestivo, fisios, etc.). Cuándo todos estos profesionales en sus diferentes campos no encuentran una patología asociada a estos síntomas suelen concluir con un “debe ser un problema de Ansiedad”, y en parte tienen razón.

ansiedad

Para determinar si estamos ante un trastorno de Ansiedad convendría en cualquier caso que fuera evaluado por un especialista en Psicología Clínica que vea las correlaciones entre dichos síntomas y la afectación a diferentes niveles, éstos serían:

  • Fisiológica: sudoración, tensión muscular, dolores (cabeza, espalda, cuello, estómago), mareos, palpitaciones, hormigueos, sensación de ahogo, etc.
  • Conductual: se evitan situaciones que puedan generar ansiedad o miedo, se restringen comportamientos sociales, llanto, explosiones de enfado, etc.
  • Cognitiva: pensamientos anticipatorios de peligros o amenazas, preocupación excesiva, pensamientos irracionales del tipo “me está pasando algo malo”, “me está dando un ataque al corazón”, etc.

Hay numerosos síntomas o señales de alerta que nos están indicando que estamos ante un problema de Ansiedad, si estáis dudando de si os pasa o no algo similar, ante la duda lo mejor es acudir a un profesional que os pueda orientar, muchas veces con unas pocas pautas podemos cambiar dinámicas disfuncionales y sentirnos mucho más tranquilos y controlados, y en definitiva más felices.

Raúl Castelló Moreno

Psicólogo especialista en Clínica

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Mea Culpa

Unida a la condición de ser humano viene una de las emociones con carácter dual más desestabilizadoras que existen, se trata del  Sentimiento de Culpa. ¿Quién no se ha sentido culpable alguna vez por algo que ha hecho o ha dicho o incluso pensado?

En palabras de la psicóloga Laura Rojas-Marcos ” el sentimiento de culpa está influido por factores sociales, culturales, religiosos, familiares y personales. Puede surgir por numerosas razones; por ejemplo, cuando hacemos daño a otra persona o cuando sentimos vergüenza o estamos avergonzados por algo que hemos dicho o hecho. Igualmente sentimos culpa cuando no podemos controlar nuestra conducta, cuando reaccionamos de forma agresiva y sentimos ira o cuando actuamos de forma perversa”. Continuar leyendo “Mea Culpa”

Mitos o falsas creencias sobre la psicoterapia

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Sin lugar a dudas una de las profesiones que suscitan más reparos y cierta fábula es la psicología aplicada a la terapia. Parece cuanto menos una disciplina que a priori todos dicen conocer y pocos realmente conocen. Por suerte las sociedades van evolucionando y a día de hoy no es tanto el desconocimiento y por ende el recelo que se tiene a esta ciencia que se ocupa del sufrimiento emocional del ser humano.

Para intentar arrojar algo de luz a estas oscuridades vamos a desterrar algunos mitos que en la actualidad todavía circulan;

  1. La Psicología es lo mismo que el PsicoanálisisEsta es de las más difundidas. La gente piensa que el psicólogo te va a sentar en un diván y va a empezar a analizar tu pasado, desde tú mas tierna infancia hasta la época actual, repasando tus relaciones con tus padres, familiares, profesores y todo el que pasó cerca de ti durante tu vida. Nada más lejos de la realidad. El psicoanálisis no es más que una escuela dentro de las muchas que tiene la psicología y los psicólogos actuales beben de muchas fuentes y siguen diferentes técnicas y terapias, de las que el psicoanálisis no es más que una de ellas. De hecho, el tipo de terapia más en boga en la psicología académica (la que se enseña en las universidades) es la cognitivo conductual, que se centra en modificar nuestros pensamientos y comportamientos en el presente. Es decir, intenta cambiar la conducta disfuncional actual del paciente partiendo de sus pensamientos irracionales. También tendríamos la terapia Gestalt, centrada en las emociones y en el presente, la terapia sistémica, en las relaciones con las personas que nos rodean, por ejemplo. Es decir, que cada psicólogo puede utilizar técnicas distintas con lo que estaría bien informarnos de cual nos gusta  antes de decidirnos ir a uno.
  2. Hay que estar mal de la cabeza para ir al psicólogo. O dicho de otra forma, sólo los que están locos tienen que ir al psicólogo. Por lo tanto, si vas al psicólogo, es que estás para que te encierren.. o casi. Debe de ser una de las razones por las que a la gente le da vergüenza ir al psicólogo o que se enteren que está yendo a uno. Para mi, la psicología es como el deporte: te ayuda a mantenerte a saludable. Igual que nos gusta echarnos unas carreritas o ir al gimnasio para sentirnos mejor con nuestro cuerpo, creo que deberíamos ir al psicólogo para conocernos mejor, entender cómo nos relacionamos y ser más felices, en general. Solemos ir al psicólogo después de una crisis (ruptura con nuestra pareja, insatisfacción con nuestro trabajo, estrés,…) pero eso es como empezar a hacer deporte después de lesionarnos. Es decir, para recuperarnos. También se puede ir al psicólogo de manera “preventiva”. Antes de que nos pase algo “grave”. Simplemente para ir mejorando nuestra vida en términos generales. Porque siempre hay algo que podemos mejorar. Sólo que a veces no lo sabemos, hasta que nos “rompemos”.
  3. El psicólogo me va a dar la fórmula mágica para que todo cambie en mi vida. Vamos que esperamos que, de la noche a la mañana, sin nosotros apenas hacer un esfuerzo, todo cambie y nuestros problemas se solucionen. Y si no es que el terapeuta no es un buen profesional. Hemos de entender que el terapeuta no es más que un facilitador.  Está ahí para ayudarte, para guiarte, para explorar junto contigo, ayudándose de sus conocimientos y su experiencia. Pero el responsable final del resultado siempre es el paciente. Para bien o para mal. Es el que tiene que poner las ganas, el trabajo, la confianza en sí mismo, en el proceso y en su terapeuta. El proceso terapéutico es una aventura que emprenden juntos terapeuta y paciente y tanto uno como otro deben estar totalmente implicados en el proceso.