HACER FRENTE AL CONFINAMIENTO.
El fenómeno mundial que estamos viviendo actualmente con el COVID 19 ha requerido de medidas drásticas que han dado un giro exponencial a nuestro día a día. Con el confinamiento ha cambiado nuestro modo de vida y se nos ha planteado un desafío como sociedad, como familias y como personas. Se presenta un horizonte confuso e incierto ante una realidad que nos puede generar indefensión, miedo, rabia, impaciencia o ansiedad. Las circunstancias personales matizarán la experiencia de cada uno, y en algunos casos nos podemos encontrar con un panorama desolador: falta de recursos, pérdida del empleo, enfermedad o muerte…
En ningún momento hemos escogido esta realidad, pero sin embargo sí que tenemos un pequeño margen para actuar, podemos elegir cómo abordar la situación con las circunstancias que se nos imponen y hacer cosas que nos ayuden a gestionarla lo mejor posible.
Aquí van algunas:
1. Abrazar lo que sentimos.
Es natural sentir miedo, tristeza o ansiedad y nuestras emociones pueden ir variando a lo largo del día en función de los acontecimientos. Nos encontramos ante una situación estresante que ha provocado un cambio radical, está bien y es lícito sentir lo que sentimos. Tratemos de no compararnos con lo que vemos o escuchamos a través de las redes, la situación y vivencia de cada persona es ÚNICA E INTRASFERIBLE.
Así mismo, corremos el riesgo de intentar evitar o suprimir emociones que nos resultan incómodas y desagradables mediante la actividad frenética (deporte, cocina, cursos…); recordemos que es importante CONECTAR con nuestras emociones, ya que ellas nos van a dar la información de lo que necesitamos. Permitirnos sentir nos da espacio para poder atendernos y cuidarnos mejor.
2. Establecer una rutina.
Disponemos de mucho tiempo y poca actividad en el día y podemos caer en la tentación de no seguir horarios ni rutinas. ERROR. Es necesario introducir pautas para que nuestro cuerpo se active y siga unos ritmos, ya que facilita que nos encontremos mejor y proporciona sensación de bienestar. Levantarnos a una hora determinada, cuidar nuestro aseo, realizar ingestas regulares y ejercicio físico o buscar tareas o actividades en las que podemos invertir nuestro tiempo (ganchillo, manualidades, estudio, etc) beneficiará a nuestra salud física y mental.
3. Cuidar lo que pensamos.
De la misma manera que tratamos de cuidar y ejercitar nuestro cuerpo para evitar su desgaste y deterioro hemos de ocuparnos también de hacer lo correspondiente con nuestra mente. Estamos pasando mucho tiempo con nosotros mismos, posiblemente más del que estemos acostumbrados o con el que nos sintamos cómodos. Esto implica que nuestros pensamientos también pueden aparecer con más frecuencia e intensidad, y si estos tienen una connotación negativa o forman parte de un discurso dañino incrementará nuestro malestar. La situación ya es difícil de por sí y hablarnos mal no nos lo pone fácil. Tratemos de ayudarnos activando una voz interna más compasiva con nosotros mismos que contrarreste a este tipo de pensamientos.
A su vez, debemos recordar que está bien dedicar tiempo a lo que nos preocupa o es importante para nosotros, sin embargo, no hay que caer en el error de estar continuamente haciéndolo ya que esto tendrá la función de incrementar el malestar que sentimos y nos adentraríamos en un círculo vicioso. Dedicar menos tiempo a pensar un tema en concreto y más tiempo a otros pensamientos menos catastrofistas o actividades que nos nutran tanto física como mentalmente aumentará nuestro bienestar.
4. Filtrar la información.
El tipo y la cantidad de información que recibimos de los medios de comunicación es importante. Escoge informarte a través de fuentes fiables y evita actualizarla constantemente, ya que cuanto más expuestos estemos o más tiempo invirtamos en ello, ocurrirá lo mismo que con lo que pensamos, generaremos mayor malestar en nosotros mismos y tendremos la falsa sensación de necesitar aún más información.
5. Vincularnos.
El aislamiento que nos aleja de las personas a las que queremos y la preocupación por su bienestar nos puede conectar con la impotencia o el miedo. La distancia social y la falta de contacto físico también pude hacernos sentir soledad tristeza o sensación de vacío. Pero a pesar de que no podemos vernos ni tocarnos, hay otras vías de comunicación que pueden aliviar estas emociones y hacernos sentir conectados.
Podemos buscar un momento en el día para hablar con aquellas personas a las que nos sentimos unidos, ya sea por Skype, por teléfono o por cualquier Red social. Del mismo modo, en la convivencia hay roces, y pueden darse o incrementarse conflictos o desencuentros en los hogares. Buscar tiempo de calidad en el que compartir momentos íntimos o actividades juntos puede estrechar la relación y dar lugar a un espacio común que quizás antes se desatendía.
5. Realizar actividades que nos nutran.
Cuántas veces hemos deseado empezar a leer ese libro que tenemos en la estantería, tocar ese instrumento que nos llama la atención, pintar con más frecuencia…pero “no tengo tiempo”. Es la oportunidad perfecta para iniciar, retomar o perfeccionar aquello que nos hace ilusión, nos despierta y desarrolla la creatividad, nos permite fluir o nos hace sentir placer.
Carmen García y Patricia Martinez
Psicólogas sanitarias.