Desde la infancia somos bombardeados con una gran cantidad de creencias y mitos de los más diversos temas que vamos incorporando y aprendiendo y que van influyendo en cómo entendemos el mundo; siendo uno ellos el que coloquialmente se conoce como “amor romántico”.
Pero entonces la pregunta sería ¿a qué nos referimos con este tipo de amor?
A pesar de que se suelen obtener respuestas a esta pregunta del tipo “es un amor que lo puede todo” o “esa clase de amor que solo se encuentra una vez en la vida”; la realidad, es que se trata de una construcción social que afianza en la sociedad un “ideal romántico” y que favorece la continuidad de ciertos roles asociados a ambos géneros.
La base de esta construcción está recogida en una serie de pilares que se conocen por mitos del amor romántico. Estos mitos hacen referencia a una serie de creencias e ideas socialmente compartidas, las cuales establecen lo que “es realmente enamorarse” y los comportamientos que son “aceptables” o no en este tipo de relaciones. Pero de hecho estos son engañosos, irracionales y problemáticos.
Y es que el problema radica en la peligrosidad de aceptar y normalizar todas esas ideas, creencias y pensamientos, puesto que crean unas altas expectativas respecto a las relaciones de pareja, a cómo deben ser estas y a la posible necesidad que crece en la persona de alcanzar esos ideales; pudiendo derivar en sentimientos de insatisfacción, frustración y sobre todo de mucho sufrimiento con uno mismo. Además, pueden llevar a sentimientos de exclusión por no conseguirlo.
Asimismo, todas esas creencias fomentan, por un lado, una serie de conductas para tratar de alcanzar ese tipo de amor por ejemplo tratando de encajar físicamente, etc. Y, por otro lado, la aceptación de algunas conductas que validan cómo en el caso de las que pueden aparecen por la creencia del mito de los celos como un signo de amor.
Y es que, a pesar de que según algunos estudios hay un total de 19 mitos en torno al amor romántico divididos en cuatro grupos, hay algunos más extendidos en la sociedad como son el mito de la “media naranja”, el de los celos, el de que el amor todo lo puede o que los polos opuestos de atraen.
A todo esto, debe sumarse la comercialización que se lleva a cabo a través de los medios de comunicación y las redes sociales, que bombardean con “tips” para ligar, para saber si le gustas, para saber si has encontrado a tu media naranja entre otros tantos, que siguen fomentando estas creencias y perjudicando la eliminación de estas a favor de relaciones más sanas y donde no se generen tanta carga de emociones negativas. Psicóloga Sanitaria – Irene Calvo Pérez
Es innegable el hecho de que actualmente las redes sociales conforman la mayor parte de nuestro día, teniendo una gran influencia en nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, pudiendo sesgarla debido a la gran cantidad de estímulos que recibimos de ellas, los cuales muchas veces pueden estar muy alejados de la realidad.
Las diferentes plataformas sociales que conocemos suponen un portal al mundo exterior, a la vida de los demás y a aquello que está de moda en ese momento, lo que nos puede hacer pensar que vemos la realidad de los demás y que conocemos su vida al completo por la cantidad de cosas que muestran. Dado que de normal la gente no suele compartir las cosas negativas (llorar porque tienes un mal día, ropa que te has comprado pero no te sienta bien o no te gusta, las inseguridades que puedes tener por algo,etc.) se puede caer en el error de pensar que en la vida del resto solo ocurren cosas buenas, tendiendo a compararlo con nuestra propia vida e incluso llegar a sentirnos infelices.
Por otro lado, cabe destacar que el inicio del uso de las redes sociales cada vez es más prematuro, lo que supone un riesgo ya que, aunque son una fuente de información muy útil en ciertas ocasiones, también pueden suponer un foco importante de comparaciones constantes sobre el físico.
Tanto la sociedad actual como las redes sociales han establecido unos estándares de belleza y unos ideales estéticos que se basan en una perfección irreal e inalcanzable. Esto tiene un impacto directo en la autoestima y en la imagen corporal, lo que puede resultar un precipitante (e incluso mantenedor) de problemas relacionados con la alimentación, es decir, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA en adelante).
Como ya se ha mencionado anteriormente, cada vez son más jóvenes los que utilizan las redes sociales cada día, personas que son más vulnerables que los adultos, que se están desarrollando y que sus cuerpos van cambiando debido a la edad (es una época de muchos cambios tanto físicos como hormonales). Aquello que observen en las redes sociales o que vean en el día a día (comentarios de la televisión, de familiares, amigos, etc) supondrá el discurso que interioricen y que tomen por referencia, es decir, se convertirá en el espejo con el que compararse.
Algo que nos define como seres humanos es la necesidad de vivir en comunidad, es decir, de sentirnos acompañados y vivir rodeados de más personas y para ello queremos sentir que formamos parte de algo, que encajamos con el resto. Con las redes sociales ocurre lo mismo ya que por norma general solemos tener en ellas a gente que conocemos, a personas que tienen gustos y aficiones parecidas a las nuestras o gente que tomamos como referentes y modelos (los influencers, por ejemplo). Si cada vez que nos metemos en una plataforma recibimos información sobre cremas para no tener nada de arrugas y que parezcamos más jóvenes de lo que somos, ciertos productos que nos ayudan a mantenernos siempre en forma, lo importante que es no saltarse ni un día el gimnasio y la necesidad imperante de mantenerse delgadas, es imposible que todo eso no cale en nosotros y que no se instale un discurso casi autodestructivo.
Se puede caer en la obsesión de querer alcanzar un cuerpo que vemos en una foto de Instagram sin ser plenamente conscientes de que esa foto ha sido retocada con filtros y photoshop y que apenas se acerca a lo que es en realidad, aunque siga siendo un cuerpo totalmente válido. Esa obsesión crea malestar, influye directamente en la imagen corporal, en la autoestima y en el autoconcepto, pudiendo llegar a desarrollar en muchas ocasiones un TCA.
Además, hay un mensaje implícito en nuestra sociedad que nos hace pensar que estar delgada nos hace ser más válidas y que tener un cuerpo conocido como “cuerpo normativo” es más válido y mejor que el resto, por lo que en ocasiones debido a esa obsesión se pretende conseguir ese cuerpo a costa de la propia salud, tanto física como mental.
Es por ello por lo que, a pesar de que las RRSS resultan muy útiles y nos mantienen conectados con el resto de personas que igual tenemos lejos y no podemos ver tan a menudo como nos gustaría, es de vital importancia ser conscientes del daño que pueden hacernos (sobre todo a los más vulnerables) y elegir bien a quién seguimos y qué tipo de contenido vemos cada día ya que eso puede suponer una diferencia de vital importancia.
Además, teniendo en cuenta que la mayor responsabilidad debería recaer en aquellas personas o plataformas que fomentan este tipo de contenido, es necesario que se creen o refuercen unas medidas de protección para este tipo de información y contenido, es decir, que no esté permitido el contenido que fomente ciertas conductas de intentar alcanzar un cuerpo totalmente irreal.
Experimentar vergüenza, si bien es desagradable, no es necesariamente negativo. Forma parte de nuestro repertorio emocional, y al igual que otras emociones, la vergüenza tiene una función.
¿Por qué sentimos vergüenza? Las personas somos seres sociales. Y por ello, dentro del abanico de emociones que podemos sentir, existen las emociones sociales, aquellas que se experimentan en la interacción con los demás. La vergüenza aparece para orientarnos en la socialización, para motivarnos a no tener comportamientos que puedan ser valorados negativamente por los demás, y así seguir siendo miembro de nuestro grupo de amigos, por ejemplo. Por tanto, es una emoción aprendida, aprendemos qué comportamientos son indeseables según nuestra cultura y nuestro entorno.
Si la última vez que acudiste a una reunión informal con tus compañeros de trabajo hiciste algo por lo que sentiste vergüenza, como un comentario inapropiado, la emoción podría servir para evitar que repitas esa conducta.
Cuando sentimos vergüenza, para colmo, se nota porque se nos enrojece la cara. También podemos tartamudear, temblar… Esto puede generarnos inseguridad, falta de confianza. Interfiere en nuestra forma de relacionarnos, porque obstaculiza el uso habitual de nuestras habilidades sociales. A esto lo llamamos timidez. Tal vez acudas a la próxima reunión, pero el sentimiento de vergüenza es tan abrumador que no puedes pensar en otra cosa, y te genera una inseguridad que te lleva a hablar menos, o en un tono más bajo.
La vergüenza está muy relacionada con el miedo, concretamente, el miedo al rechazo. En ocasiones, se puede llegar a generar una preocupación entorno a este miedo que nos limita en determinadas situaciones. Si antes de que ocurra la reunión estás anticipando la posibilidad de volver a meter la pata, la vergüenza que podrías sentir, las reacciones de los compañeros… a esto lo llamamos ansiedad social. La ansiedad social puede llevarnos a huir de determinadas situaciones, o directamente a evitar enfrentarnos a ellas. No acudir a las reuniones con tus compañeros puede servir para que no repitas una conducta que te avergüenza, pero dejar de relacionarte con ellos es un precio muy alto a pagar. Es más, si esta tendencia se repite en otras áreas de nuestra vida y nos limita de una manera importante, podríamos llegar a hablar de un trastorno de ansiedad social.
Por lo tanto, es importante aprender a afrontar las situaciones que nos producen ansiedad social. ¿Cómo hacerlo?
Exponerse cuesta, pero tiene su recompensa. En ocasiones, tendemos a magnificar las posibles consecuencias de nuestros actos. Podrías llegar a pensar que, si en la última reunión hiciste un comentario inapropiado, éstos van a pensar en ello constantemente, o van a hacer atribuciones negativas sobre ti (“torpe”, “ridículo”…). Esto puede hacer que exponerte a la próxima reunión te genere ansiedad, emociones intensas… Hasta que acudas y compruebes si los demás te tratan igual que siempre. Entonces, la sensación de malestar disminuirá. La ansiedad es desagradable, ¡Pero no durará para siempre! La mente puede llegar a ser traicionera, elaborando ideas y situaciones que no son realistas y que nos hacen mucho daño. Por eso merece la pena exponerse y comprobar qué ocurre en realidad. Por lo general, las personas no tienden a basar toda su opinión sobre otros en un solo comentario. Si realmente sí ocurre, tal vez es momento de plantearse si merece la pena relacionarse con esos compañeros.
Ve más allá. Nuestra interpretación de las experiencias nos puede decir mucho sobre nosotros mismos. Si la situación no sólo te genera un momento de vergüenza momentáneo, sino que te lleva a utilizar internamente palabras como “torpe” o “ridículo”… Tal vez el comentario que has hecho no es lo que te genera emociones intensas y desagradables. Si te ocurre algo similar, es momento de trabajar sobre tu forma de interpretar las situaciones. Tal vez, también sobre la autoestima. Modificar un autoconcepto negativo generará emociones de menos intensidad y por tanto más llevaderas.
Exprésate, comparte tu emoción Compartir la experiencia puede ayudar a que el malestar que generan algunas emociones se reduzca. Especialmente, si se trata de una emoción social, como es la vergüenza. Puedes hacerlo con una persona de confianza. Comprobarás que, normalmente, las otras personas no perciben nuestro comportamiento vergonzante de la misma manera que nosotros mismos. Incluso a veces recibirás mensajes del tipo “a mí también me ha pasado algo parecido”. ¿Quién no hecho alguna vez un comentario desafortunado? Como la vergüenza es una emoción social, percibir que la experiencia es común ayuda a rebajar el malestar.
Cuando comemos emocionalmente, buscamos aliviar y calmar sentimientos negativos, lo que lleva a un ciclo de alimentación excesiva y problemas como el aumento de peso. La alimentación emocional implica buscar consuelo en la comida.
Esto de por sí no es un trastorno alimenticio, pero implica consecuencias negativas a corto y largo plazo, por lo que es necesario corregir y evitar esta práctica antes de que derive en otros problemas.
Para empezar y entender el problema, es necesario hacer una distinción entre comer porque nuestro cuerpo necesita nutrientes para seguir funcionando y comer para aliviar sensaciones y emociones negativas. Una de las principales características de la alimentación emocional, es que cuando buscamos alivio en la comida solemos tomar alimentos como dulces, papas y comida rápida (con alto contenido en grasa y/o glucosa. Estos alimentos proporcionan una sensación de placer inmediata, pero no es la alimentación óptima para nuestro organismo.
Existen diferentes variables (situacionales, ambientales, psicológicas, etc.) que podrían explicar dicho comportamiento, Cualquiera de estos ejemplos pueden ser la raíz de esa ansiedad y/o conducta.
Comemos para sentirnos mejor y llenar ese vacío que sentimos, pero a la larga esto no soluciona ninguno de nuestros problemas, por lo que aunque en un principio sentimos alivio (lo que refuerza la conducta), más tarde nos sentimos peor, ya que no hemos arreglado ninguno de los problemas y porque hemos comido algo que no era necesario. Al final, es un ciclo continuo que se refuerza.
Algunas de las características para diferenciar un tipo de alimentación y otro son:
El hambre o las ganas de comer vienen de repente, mientras que cuando tenemos hambre física se produce de manera gradual.
En el caso de la alimentación emocional, sentimos el deseo de consumir comida rápida e industrial, algo fácil de comer.
Alimentarse emocionalmente a menudo conduce a comer rápido. Antes de que te des cuenta, te has comido una bolsa entera de papas fritas sin prestar atención y sin disfrutarlo por completo. Cuando comes por necesidad o por hambre física, normalmente eres más consciente de lo que estás haciendo.
El hambre relacionada con la alimentación emocional parece no satisfacerse nunca, incluso cuando estás lleno.
La alimentación emocional te hace sentir culpable, cosa que no ocurre cuando comes por necesidad.
¿Qué se puede hacer?
Encontrar otras formas de canalizar el estrés: el estrés es uno de los factores más comunes, por lo que es necesario aliviar el estrés haciendo cosas que te agraden.
Iniciar un diario de alimentos.
Consumir y llevar una dieta saludable.
Sacar de la despensa los snacks y las cosas de picar. Es más fácil si no se tiene acceso fácil a ellos.
Prestar atención a la comida que se ingiere. De ésta manera podrás llevar mayor control sobre lo que comes y la disfrutarás más.
Trabajar en la forma en la que hablamos de nosotros mismos. Es importante ser consciente de nuestros pensamientos, para poder detectarlos y analizarlos. De esta manera, podemos aliviar la ansiedad y darnos cuenta de que no necesitamos comer.
Hoy en día hemos escuchado el término
habilidades sociales en distintos lugares y conversaciones. ¿Pero sabemos realmente de lo que estamos
hablando? En este artículo intentaremos conocer un poco mejor este concepto
y como nos puede ayudar en nuestra vida.
Las habilidades sociales son un
conjunto de conductas que la persona va adquiriendo a lo largo de toda su vida.
Esto implica que son habilidades que vamos aprendiendo y mejorando a medida que
vamos creciendo, no vienen determinadas cuando nacemos, si no que se pueden
adquirir y mejorar por medio de entrenamiento.
Las habilidades sociales son
importantes porque el ser humano somos seres sociales por naturaleza, que necesitamos
desenvolvernos en contextos sociales. Es decir, es muy probable que el ser
humano no hubiera sobrevivido si no hubiera sido en sociedad. Por tanto, tener dificultades en las habilidades sociales
nos puede llevar a situaciones de rechazo con los demás, aislamiento e
insatisfacción en la propia forma de actuar. Además, cuando la persona presenta
estas carencias utiliza estrategias menos adaptativas para resolver problemas. En cambio cuando aprendemos o entrenamos habilidades
sociales nos llevan a relacionarnos de forma apropiada con otras personas, supone
una mayor aceptación, mayor rendimiento académico, mejora de la autoestima y en muchos casos se
utiliza como estrategia de tratamiento, ya que aumenta la posibilidad de superar determinados trastornos.
Entre las funciones que podemos
encontrar en las habilidades sociales podemos destacar que actúan como
reforzadores positivos en situaciones de interacción, mejoran las relaciones
interpersonales, favorecen la disminución del estrés y ansiedad y mejora y
mantiene la autoestima y autoconocimiento.
¿Pero cuáles serían estas habilidades realmente? Dentro de las habilidades sociales
podemos encontrar diferentes clasificaciones. Podemos clasificar como habilidades
básicas aquellas habilidades de comunicación como saber escuchar, iniciar/
mantener una conversación, formular preguntas, dar las gracias, presentarse,
saber decir que no… y por otra parte como habilidades sociales complejas
tendríamos la empatía (habilidad para comprender lo que piensan y sienten los
demás), la asertividad (competencia para expresar lo que se piensa o siente de
forma adaptativa) y la inteligencia
emocional (es fundamental para gestionar y expresar las emociones que sentimos
ya sean agradables o desagradables) entre otras…
Pero no podemos seguir hablando de
habilidades sociales sin mencionar la comunicación, elemento fundamental. No
obstante podemos distinguir tres componentes:
Componente
verbal: es el contenido del mensaje
Componente
no verbal: es lo que se hace al
tiempo que se expresa el mensaje (expresión facial, mirada, sonrisa, postura
corporal, gestos, proximidad, apariencia personal)
Componente paralingüísticos: es como se dice el
mensaje (el volumen, la fluidez y la velocidad)
Debemos tener estos componentes en cuenta, ya que se considera que en una
conversación cara a cara el componente verbal transmite el 35% de la
información y los componentes no verbales y paralingüísticos el 65% de la
información.
Pero a la hora de mantener una conversación
¿qué estilos de comunicación podemos
tener? ¿Y cuáles de estos sería el más
adaptativo?
Estilo Pasivo/sumiso
Una persona se comporta de manera
pasiva o sumisa cuando no es capaz de expresar sus sentimientos, opiniones,
necesidades, deseos o derechos, o bien lo hace con escasa confianza y
seguridad, lo que puede dar lugar a que se aprovechen de él o ella. Así, deja
que los demás le manden y le digan lo que tiene que hacer, aunque estas
peticiones sean abusivas.
Las
personas con este estilo se sienten incomprendidos y manipulados, lo cual
conduce a una baja autoestima, ansiedad
y sentimientos de culpa.
Estilo Agresivo
En el otro extremo se encuentran las
personas que son agresivas. Expresan sus deseos, sentimientos, necesidades,
derechos y opiniones, pero de forma injusta, inapropiada y sin respetar los
derechos de la otra persona.
Con este estilo se obtienen resultados
positivos a corto plazo porque consiguen, inmediatamente, los objetivos
planteados, pero también obtienen resultados negativos, ya que pierden el
control y se tensionan excesivamente, lo que conduce a la aparición de conflictos con las otras personas y al
rechazo de éstas.
Estilo Habilidoso/asertivo
En el punto medio encontramos a las
personas que expresan sus opiniones, deseos, necesidad y sentimientos y
defiende sus derechos sin ofender a los demás. No se aprovechan de las personas, aunque
tampoco deja que abusen de él/ ella. Ser hábil o asertivo supone comunicarse de
manera correcta, educada, sincera y directa. Hablan con un volumen de voz ni
muy bajo ni muy fuerte. Miran a la cara
de las personas cuando hablan o les hablan, aunque no fijamente, adoptan una
postura natural, a veces sonríen y hacen gestos con la cara para corroborar lo
que están diciendo.
Se sienten seguros y satisfechos
consigo mismos, lo que conduce a una
elevada autoestima, bienestar y felicidad.
Como ya hemos mencionado las habilidades sociales son una serie de conductas que podemos ir desarrollando en nuestra vida y nos van a ir proporcionando una serie de beneficios. Para todo ello el conocimiento y el entrenamiento en ellas va a ser una parte esencial para mantener unas relaciones sociales saludables.
Actualmente, en pleno siglo 21, las tecnologías de la información
y de la comunicación (TIC) son herramientas indispensables en nuestras vidas y
nos proporcionan muchos beneficios. Gracias al uso de las tecnologías y de las
pantallas hemos logrado seguir compartiendo con nuestros familiares y amigos en
los momentos tan difíciles de pandemia que hemos vivido y nos hemos dado cuenta
de lo útiles que pueden llegar a ser. Pero, desde este momento hemos
incrementado el tiempo de uso de estas y las interacciones que teníamos de
forma presencial, ahora muchas son a través de la pantalla.
El buen uso de Internet y las tecnologías tienen numerosas ventajas, pero cuando se realiza un abuso o un uso inadecuado de ellas, nos puede llevar a que surjan los inconvenientes. Las TIC tienen un alto atractivo sobre todo para los adolescentes, ya que se puede interactuar en todo momento con otras personas, se reciben respuestas inmediatas y se pueden hacer numerosas actividades. Por ello, hay un alto grado del uso en estas edades.
USO Y ABUSO
Es importante distinguir entre los dos conceptos nombrados
anteriormente: USO y ABUSO.
USO: Es la
utilización casi nunca continuada de la actividad y que se hace de tanto
en tanto, se suspende su consumo cuando se quiere y no produce
consecuencias negativas (problemas de salud, sociales, etc.)
ABUSO: Es la
utilización continuada, voluntaria e inadecuada. No se ha perdido el
control totalmente. Deteriora el funcionamiento personal o social, ya que
puede provocar aislamiento, problemas de ansiedad, afectación de la
autoestima, obesidad. Uno de los riesgos altamente importantes del abuso
es la adicción.
El uso y abuso de las TIC y de internet se relaciona con variables
psicosociales como es la vulnerabilidad psicológica de la persona, que depende
de ciertas características de personalidad o estados emocionales y los factores
ambientales, como pueden ser factores estresantes y el apoyo familiar y social.
ADICCIÓN
No todos los trastornos adictivos son iguales, pero si comparten
ciertos aspectos comunes. La adicción se caracteriza por la pérdida de control
y la dependencia y comparte algunas características con la adicción inducida
por sustancias, como puede ser la tolerancia, el síndrome de abstinencia, los
autoengaños y engaños a otras personas, abandono o pérdida de interés de otras
actividades.
La tolerancia: se produce una disminución del efecto
placentero por lo que aparece la necesidad de aumentar la duración, la
intensidad y la frecuencia de la conducta adictivapara conseguir
el mismo efecto que al principio.
El síndrome
de abstinencia: aparece
cuando no pueden realizar la conducta adictiva. Es un profundo malestar
emocional.
Autoengaños y
engaños a otras personas:
“puedo dejarlo cuando quiera”, “no tengo problema, lo uso lo normal”,
“llevo unos días sin conectarme”.
ESTRATEGIAS DE PREVENCIÓN
La responsabilidad en el uso de las TIC es importante que se tenga
presente, tanto por parte de los adolescentes, como por parte de los padres.
Los padres y los educadores deben enseñar a sus hijos a limitar el uso de las
tecnologías, a desarrollar estrategias alternativas para poder disminuir el
tiempo que pasan ante las pantallas y realizar una correcta utilización de
estas. Algunas de las estrategias para conseguir dichos objetivos son:
Decidir
cuánto tiempo vas a jugar o te vas a conectar.
Planificar tu
tiempo de estudio y tu tiempo libre.
Utilizar el
móvil solo cuando sea necesario, no hablar por WhatsApp cuando vamos andando.
Priorizar
hablar cara a cara con las personas que tienes al lado antes que por cualquier
red social.
Realizar
actividad física, actividades en la naturaleza y potenciar las actividades de
ocio como el cine, visitas guiadas, …
Almudena Díaz Sánchez. Psicóloga General Sanitaria
Qué es la motivación La motivación es un proceso interno que se puede definir como la voluntad que lleva a las personas para alcanzar objetivos o realizar acciones, de manera que pone en marcha el comportamiento. El estudio de la motivación implica los procesos que dan energía, implica que la conducta es relativamente intensa y persistente, y dirección, implica que la conducta tiene un propósito que se dirige hacia el logro de algún objeto o resultado, a la conducta.
Es útil el estudio de este proceso interno porque puede predecir resultados vitales
(como el bienestar y alcanzar metas), además de poder ayudarnos a saber cómo
mejorar nuestra vida y la de otras personas.
Origen de la motivación: La motivación suele surgir por la percepción de una necesidad, por un objetivo a lograr. Dependiendo de cómo sean los objetivos, metas o necesidades que queremos complacer, existirán dos tipos diferentes de motivación:
Tipos de motivación: Extrínseca vs intrínseca La motivación extrínseca surge dependiendo de un incentivo, una recompensa o una consecuencia atractiva, independientemente de la actividad en sí. También puede surgir de la voluntad de querer evitar consecuencias negativas o poco atractivas. Este tipo de motivación nos mueve por las consecuencias que tiene, por lo que es externa a nosotros, manteniéndose por reforzadores o incentivos externos. En el caso de que estos reforzadores desapareciesen, es probable que la actividad que precede también lo haga. Un ejemplo de la motivación extrínseca sería el salir a correr con el único objetivo de perder peso para llegar “más delgado” al verano. En este caso la persona estaría corriendo porque busca una recompensa de su actividad. En el momento que pare, consiga su objetivo o llegue el verano, esta acción ya no le motivará, por lo que es probable que deje de hacerlo.
La motivación intrínseca surge de manera espontánea de nuestros intereses, de
ejercer nuestras capacidades, de buscar desafíos o de nuestras necesidades
psicológicas, ya sea sentirse libre (o autonomía), sentirse eficiente (o competencia)
o sentirse afín (o afinidad). Las actividades que presentan una motivación intrínseca
nos parecen interesantes y divertidas, por lo que no pensamos realizarla por la
consecuencia como en la motivación extrínseca.
Esta motivación es más probable que mantenga la tarea por el placer que esta nos
provoca.
Un ejemplo de motivación intrínseca sería una persona que en su tiempo libre sale a
correr porque se siente bien, autónoma, realizada y feliz, sin pensar en una posible
recompensa como adelgazar. Además, cada vez que entrena, siente que puede
correr durante más tiempo, por lo que su placer aumenta y se siente satisfecha
consigo misma.
¿Qué es mejor, la motivación intrínseca o la extrínseca? Primero debemos aclarar que ningún tipo de motivación, ya sea la intrínseca o la extrínseca, son “malas” en sí mismas, sino que dependerá de cómo de presentes estén en la vida de cada persona y en el contexto de esta.
Como hemos visto anteriormente, la motivación extrínseca está impulsada desde el
exterior, ya sea por la fuerza del premio o por la fuerza de un posible castigo. En
estos casos, podemos ver incluso a sujetos haciendo algo que no les guste
simplemente por la recompensa, por ejemplo, alguien que hace un trabajo que no le
motiva solamente por la recompensa económica que acarrea. El gran inconveniente
de este tipo de motivación es que no puede satisfacer la necesidad de
autodeterminación.
Por esto, es necesario desarrollar y cambiar desde lo extrínseco a lo intrínseco, lo
cual se puede llevar a cabo haciendo que la persona alcance niveles de autonomía
en la tarea que realiza. Sin embargo esto no es tan fácil, ya que a la hora de realizar
actividades y ponerlas en marcha, la motivación extrínseca es necesaria, en muchas
situaciones, para empezar rutinas, especialmente en niños. Pero una vez iniciada e
incorporada la acción a la rutina sería mejor que se mantuviera con reforzadores
internos, ya que conservan más tiempo la motivación.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que no existe la motivación intrínseca “pura”,
ya que siempre está relacionada con los eventos que ocurren a nuestro alrededor,
por que en la práctica la persona y su ambiente están íntimamente relacionados.
¿Cómo promover este tipo de motivación? Uno de los objetivos fundamentales en relación a pasar lo extrínseco a intrínseco es centrarnos en satisfacer las necesidades de autodeterminación y autonomía.
Pensar en términos de “tengo que”, “debería hacer”, etc. nos lleva a sentirnos
presionados, agobiados y a sentir que estamos llenos de tareas impuestas. Aunque
se nos pague por estas acciones en el ámbito laboral, lo que promueve la
motivación extrínseca, puede que no sea bastante para hacer que nos sintamos
bien.
Tenemos que empezar a pensar en el “quiero”, cuando pensamos en lo que
queremos satisfacer nuestras necesidades de autonomía y autodeterminación,
reforzando así internamente nuestras conductas.
Obviamente, no en todas las situaciones vamos a poder aplicar este cambio de perspectiva, pero sí puede ser útil reflexionar sobre el por qué hacemos las cosas y cómo podemos cambiar aquellas que no nos hacen sentir bien y son modificables.
Fases del proceso motivacional Según Reeve en 1994, el proceso motivacional tiene cuatro etapas:
Fase de anticipación: Se generan las expectativas sobre la actividad que
vayamos a realizar, tanto las negativas como las positivas, la satisfacción o
motivo de la acción.
Fase de activación y dirección: La necesidad de satisfacer la acción aumenta
ante el estímulo señalado. En esta fase se decide qué comportamiento
tendremos para poder lograr nuestro objetivo. Se planifican los pasos como
acciones para conseguir la meta o el tiempo que llevará.
Fase de conducta activa y retroalimentación del objetivo: Ponemos en
marcha el plan de la fase 2 y comprobamos que los resultados que vamos
obteniendo se acercan o alejan a la meta que queremos alcanzar. En el caso
de que estemos alejándonos, podemos cambiar algunos pasos o el método
para seguirlos.
Fase de resultado: Última fase en la que ya hemos conseguido la meta que
nos habíamos propuesto y, en consecuencia, disminuye la activación.
Mantener la motivación: Refuerzos No siempre es posible ceñirse a una motivación específica. En muchos casos, las motivaciones internas y externas ocurren al mismo tiempo. Si iniciamos una actividad porque nos gusta, entonces la actividad en sí es reforzante de sí misma: nos resulta agradable, y el hecho de que se mantenga, nos satisface a nivel personal. Sin embargo, si además obtenemos beneficios materiales o sociales, como incentivos económicos, entonces la motivación hacia esa actividad se verá reforzada por partida doble.
¿Cómo podríamos definir qué es un refuerzo? En términos generales podríamos decir que un refuerzo es un objeto o una situación determinada que puede utilizarse con la finalidad de rectificar o cambiar la conducta de la persona. Según Skinner, en su Teoría del Reforzamiento, existen dos tipos de reforzadores: los positivos y los negativos.
Reforzadores positivos
Los reforzadores positivos se refieren a todas las consecuencias que
aparecen después de la conducta y que la gente piensa que son
satisfactorias o beneficiosas. A través de estos reforzadores positivos o
satisfactorios, se intenta aumentar la tasa de respuesta de una persona, es
decir, aumentar la posibilidad de realizar acciones o repetirlas.
Esto significa que los actos reforzados de manera positiva tendrán más
probabilidades de repetirse puesto que van seguidos de gratificaciones,
premios o recompensas percibidas como positivas por la persona que realiza
la acción.
Reforzadores negativos
Contrariamente a la creencia popular, los reforzadores negativos no
consisten en el castigo, si no al revés. El uso de reforzadores negativos
busca aumentar la tasa de respuesta de la conducta mediante la eliminación de aquellas consecuencias que la persona considere negativas. Por ejemplo, cuando un niño estudia y saca una buena nota en el examen, sus padres le dejan no hacer las tareas de la casa o algo que le resulte desagradable, de ese modo el niño estudiará más para el siguiente examen para no volver a hacer esa actividad que no le gusta.
Cuando hablamos de
Atención Temprana nos referimos a un conjunto de intervenciones dirigidas tanto
a niños (de entre 0 y 6 años) que presentan algún trastorno en su desarrollo o
que tienen riesgo de padecerlo, como a su familia y a su entorno, y son llevadas
a cabo por un equipo multidisciplinar (psicólogos, logopedas, terapeutas
ocupacionales, fisioterapeutas, etc.) de forma personalizada e individual.
Estas intervenciones
tienen como objetivo principal dar respuesta lo antes posible a las necesidades
transitorias o permanentes que presenta la población infantil mediante la
aplicación de modelos de intervención con los siguientes principios:
Se resalta la importancia de los intercambios socio – comunicativos del niño con su entorno.
El niño es un aprendiz activo.
Se enfatiza el aprendizaje en un contexto natural.
Se recurre para la consecución de los objetivos actividades funcionales que tengan sentido para el niño y se inserten en las rutinas diarias.
Los padres son agentes principales en la intervención.
De esta manera se
pretende facilitar una adecuada maduración en todos los ámbitos y permitir
alcanzar el máximo nivel de desarrollo personal e integración social
introduciendo mecanismos necesarios de compensación, eliminación de barreras y
adaptación de necesidades específicas para así reducir la aparición de posibles
déficits secundarios asociados por un trastorno o situación de alto riesgo.
¿Qué se tiene en
cuenta a la hora de recomendar y de intervenir de manera temprana?
Se estudia el desarrollo
del niño/a en función de si su nivel de desarrollo en las diferentes esferas es
el esperado o si, por el contrario, existen alteraciones en la motricidad
gruesa, en el lenguaje, en lo relativo a la interacción social y otras que
puedan requerir de necesidades educativas especiales. Igualmente, se interviene
en aquellos casos en que, dándose alguna de estas u otras alteraciones
madurativas, también existe riesgo de exclusión a nivel social, patologías como
parálisis cerebral, autismo y otras alteraciones genéticas, muchas veces,
relacionadas con un parto prematuro.
Como se sabe, los niños tienen un gran potencial de aprendizaje, porque se enriquecen de todo aquello que les estimula desde los diferentes sentidos y los niños con las necesidades de las que hablamos no son menos. Son capaces de recibir la estimulación que posibilite el aprendizaje de habilidades adaptativas, tomando como referencia sus cualidades y, a la larga, de fomentar el mayor grado posible de autonomía y de lograr la afirmación de su individualidad.
De manera obvia, el
niño no nace con las capacidades que posteriormente adquiere, sino al igual que
el resto de niños cuyo desarrollo se considera normativo es necesario
intervenir no solo de manera individual mediante, por ejemplo, el juego, sino
también involucrando a padres y madres, a su entorno e, incluso, a un nivel más
social.
Para intervenir, se
debe intentar conectar con el niño con una actividad o juego que le resulte
atractivo y que pueda despertar su atención, y se le involucra en este de
manera activa.
El carácter temprano de este tipo de intervención hace hincapié en la necesidad de que esta tenga lugar de la manera más precoz posible, es decir, reconociendo los primeros indicios y factores de riesgo que hagan pensar en la posibilidad de dar al niño una atención especializada y no esperar que lo haga solo con el tiempo, por ello se debe aprovechar desde un primer momento, la genuina plasticidad cerebral que se encuentra presente desde los 0 a los 6 años. Así, es necesario prevenir y educar sobre estas dificultades, y hacerlo siempre desde un punto de vista integrador, esperanzador y bajo la confianza de las potencialidades de cualquier niño.
El fenómeno mundial que estamos
viviendo actualmente con el COVID 19 ha requerido de medidas drásticas que han
dado un giro exponencial a nuestro día a día. Con el confinamiento ha cambiado
nuestro modo de vida y se nos ha planteado un desafío como sociedad, como
familias y como personas. Se presenta un horizonte confuso e incierto ante una
realidad que nos puede generar indefensión, miedo, rabia, impaciencia o
ansiedad. Las circunstancias personales matizarán la experiencia de cada uno, y
en algunos casos nos podemos encontrar con un panorama desolador: falta de
recursos, pérdida del empleo, enfermedad o muerte…
En ningún momento hemos escogido esta realidad, pero sin embargo sí que tenemos un pequeño margen para actuar, podemos elegir cómo abordar la situación con las circunstancias que se nos imponen y hacer cosas que nos ayuden a gestionarla lo mejor posible.
Aquí van algunas:
1. Abrazar lo que sentimos.
Es natural sentir miedo, tristeza
o ansiedad y nuestras emociones pueden ir variando a lo largo del día en
función de los acontecimientos. Nos encontramos ante una situación estresante
que ha provocado un cambio radical, está bien y es lícito sentir lo que
sentimos. Tratemos de no compararnos con lo que vemos o escuchamos a través de
las redes, la situación y vivencia de cada persona es ÚNICA E INTRASFERIBLE.
Así mismo, corremos el riesgo de
intentar evitar o suprimir emociones que nos resultan incómodas y desagradables
mediante la actividad frenética (deporte, cocina, cursos…); recordemos que es
importante CONECTAR con nuestras emociones, ya que ellas nos van a dar la
información de lo que necesitamos.
Permitirnos sentir nos da espacio para poder atendernos y cuidarnos
mejor.
2. Establecer una rutina.
Disponemos de mucho tiempo y poca
actividad en el día y podemos caer en la tentación de no seguir horarios ni
rutinas. ERROR. Es necesario introducir pautas para que nuestro cuerpo se
active y siga unos ritmos, ya que facilita que nos encontremos mejor y
proporciona sensación de bienestar. Levantarnos a una hora determinada, cuidar
nuestro aseo, realizar ingestas regulares y ejercicio físico o buscar tareas o
actividades en las que podemos invertir nuestro tiempo (ganchillo,
manualidades, estudio, etc) beneficiará a nuestra salud física y mental.
3. Cuidar lo que pensamos.
De la misma manera que tratamos
de cuidar y ejercitar nuestro cuerpo para evitar su desgaste y deterioro hemos
de ocuparnos también de hacer lo correspondiente con nuestra mente. Estamos
pasando mucho tiempo con nosotros mismos, posiblemente más del que estemos
acostumbrados o con el que nos sintamos cómodos. Esto implica que nuestros
pensamientos también pueden aparecer con más frecuencia e intensidad, y si
estos tienen una connotación negativa o forman parte de un discurso dañino
incrementará nuestro malestar. La situación ya es difícil de por sí y hablarnos
mal no nos lo pone fácil. Tratemos de ayudarnos activando una voz interna más
compasiva con nosotros mismos que contrarreste a este tipo de pensamientos.
A su vez, debemos recordar que está
bien dedicar tiempo a lo que nos preocupa o es importante para nosotros, sin
embargo, no hay que caer en el error de estar continuamente haciéndolo ya que
esto tendrá la función de incrementar el malestar que sentimos y nos
adentraríamos en un círculo vicioso. Dedicar menos tiempo a pensar un tema en
concreto y más tiempo a otros pensamientos menos catastrofistas o actividades
que nos nutran tanto física como mentalmente aumentará nuestro bienestar.
4. Filtrar la información.
El tipo y la cantidad de información
que recibimos de los medios de comunicación es importante. Escoge informarte a
través de fuentes fiables y evita actualizarla constantemente, ya que cuanto
más expuestos estemos o más tiempo invirtamos en ello, ocurrirá lo mismo que
con lo que pensamos, generaremos mayor malestar en nosotros mismos y tendremos
la falsa sensación de necesitar aún más información.
5. Vincularnos.
El aislamiento que nos aleja de
las personas a las que queremos y la preocupación por su bienestar nos puede
conectar con la impotencia o el miedo. La distancia social y la falta de
contacto físico también pude hacernos sentir soledad tristeza o sensación de
vacío. Pero a pesar de que no podemos vernos ni tocarnos, hay otras vías de
comunicación que pueden aliviar estas emociones y hacernos sentir conectados.
Podemos buscar un momento en el
día para hablar con aquellas personas a las que nos sentimos unidos, ya sea por
Skype, por teléfono o por cualquier Red social. Del mismo modo, en la
convivencia hay roces, y pueden darse o incrementarse conflictos o
desencuentros en los hogares. Buscar tiempo de calidad en el que compartir
momentos íntimos o actividades juntos puede estrechar la relación y dar lugar a
un espacio común que quizás antes se desatendía.
5. Realizar actividades que nos nutran.
Cuántas veces hemos deseado empezar a leer ese libro que tenemos en la estantería, tocar ese instrumento que nos llama la atención, pintar con más frecuencia…pero “no tengo tiempo”. Es la oportunidad perfecta para iniciar, retomar o perfeccionar aquello que nos hace ilusión, nos despierta y desarrolla la creatividad, nos permite fluir o nos hace sentir placer.
Las fechas Navideñas para muchas personas suponen un momento de desconexión, empiezan las vacaciones, celebraciones, adornos, luces… Pero, terminamos y empezamos año y con ello nos enfrentamos a la temida cuesta de Enero, el momento de volver al trabajo y a nuestra rutina. La cuesta de enero no solo afecta a la economía familiar, sino a la salud mental de muchas personas, ya que en esta época puede haber un incremento de síntomas ansioso, irritabilidad, desánimo, falta de energía, cansancio, etc.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos enfrentarnos a esta situación
incómoda?
1.
Sin cambios bruscos. No sacrifiques tus momentos
agradables y de ocio. Pasamos de una época de reuniones familiares, estar con
amigos y tener tiempo libre, a centrarnos únicamente en el trabajo. Sí,
terminaron las vacaciones, pero también es importante dedicarnos tiempo a
nosotros mismos para ser productivos en nuestras responsabilidades. Vamos a
mantener en equilibrio el área laboral,
personal y social para ello, tenemos que dedicar tiempo a cada una de
ellas.
2.Alimentación. Importante
recuperar una alimentación saludable y realizar rutinas de ejercicio, para
reducir los niveles de ansiedad que se pueden manifestar durante el primer mes
del año.
3.
Activa tu motivación. ¿Cómo
puedes hacerlo?
Plantéate objetivos a corto plazo, que quieras y puedas conseguir en unas semanas. No te conformes con objetivos muy sencillos, márcate un reto alcanzable pero no te olvides que para ello tienes que esforzarte, así conseguirás aumentar tu motivación. Si tus objetivos son a largo plazo, dividirlos en objetivos más pequeños es la mejor opción para ir escalando la montaña hasta llegar a la cima (tu objetivo final).
Reflexiona acerca de estas preguntas, para marcar tus objetivos:
¿Cuál
es la probabilidad de conseguir ese objetivo?¿Es un objetivo que te implica a
ti? (Los objetivos deben ser individuales, que puedas
conseguirlos por ti mismo)
¿Qué
pasos vas a seguir para conseguirlo?
¿Cuánto
tiempo necesitas para conseguirlo?
¿Qué
supondrá para ti alcanzarlo?
¿Cómo
te vas a premiar si lo consigues?
Sin embargo, en determinadas situaciones durante estas fechas pueden aparecer sentimientos de nostalgia debido a, la falta de seres queridos, y pude que esta sensación se enquiste o se acentúe más e incluso pueda ser pasajero. Para ello, tenemos que identificar en qué punto nos encontramos.
El fin y el comienzo del nuevo año es un punto de reflexión para hacer balance de lo conseguido a lo largo del año. Si este balance es desfavorable y lo que sentimos es frustración y desánimo, probablemente los puntos anteriores te cueste llevarlos a la práctica y puede que haya situaciones que no sepas cómo gestionarlas. Si nada de esto funciona, y ves que no consigues avanzar, ¡Para!, para salir del pozo, primero tenemos que dejar de cavar.
Hazte la pregunta ¿Necesitas ayuda para seguir avanzando?
Enero es el mes dónde más ayuda psicológica se busca. Es una época donde nos damos cuenta de los problemas que tenemos y necesitamos superarlos, pero no sabemos cómo hacerlo. Incluso nos damos cuenta que estamos arrastrándolo durante mucho tiempo, que es más visible y molesto. Pedir ayuda psicológica es otra forma diferente de enfrentarnos y aprender cómo gestionar lo que no que sentimos.
Psicóloga – Judiht López
CV14476
Este sitio usa cookies técnicas para mejorar tu experiencia. Al navegar por esta web asumimos que aceptas la política de cookies. Más información
Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.